Siempre pensé que tragarse las palabras era de las peores tragedias que puede vivir un ser humano, nunca contemplé la posibilidad de que fuera un acto placentero y lleno de poesía.
Primero las observo una a una antes de llevarlas a mi boca en una especie de ritual, luego entre mis dientes las humedezco y saboreo largamente: algunas agrias otras muy muy dulces.
Mientras reproduzco aquel instante de tiempo y clavo mis dientes sobre ellas, las agrieto y las dejo reducidas a trozos; transitan por mis visceras y se disuelven en la nada.
Sonrio, entiendo el valor de nunca decir NUNCA.
Primero las observo una a una antes de llevarlas a mi boca en una especie de ritual, luego entre mis dientes las humedezco y saboreo largamente: algunas agrias otras muy muy dulces.
Mientras reproduzco aquel instante de tiempo y clavo mis dientes sobre ellas, las agrieto y las dejo reducidas a trozos; transitan por mis visceras y se disuelven en la nada.
Sonrio, entiendo el valor de nunca decir NUNCA.
1 comentario:
Joha:
Aunque el ser humano es amo de sus silencios y, en lo personal, odie tragarme las palabras, este post es muy vívido y encantador. Me gustó mucho.
Publicar un comentario