¡Hasta aquí los traje muchachos!, ¡Buena Suerte en el viaje!, esas fueron las palabras de Don Franco en medio de gasesosa y hojuelas -de esas que hace mi tia Fany con harina y huevo- (pero que en ese lugar del mundo reciben el nombre de empanadas). Hacía mucho calor y caminamos para salir del pueblo. Era una vía muy estrecha y llena de curvas, no era fácil lograr que parara alguien. Carlos y yo no hablabamos mucho, no hacía falta. Esperamos alrededor de una hora, pero nadie se apiadaba de dos pobres almas viajeras. Regresamos al pueblo para hidratarnos y plantear una nueva estrategia. Decidimos irnos en bus, pero para nuestra sorpresa ni siquiera los buses paraban. Tenía mi cara al rojo vivo, mucha sed y quería cruzar la frontera lo más temprano posible, quería llegar a Otavalo para alcanzar a ver algo de la feria Artesanal. Otros 40 minutos en ese reino del olvido, hasta que logramos que un colectivo se detuviera.
Fue agradable sentarnos, seguir en movimiento. La carretera transforma, enseña, encanta, atrae. La paciencia se pone a prueba, y es hermoso como se espera que algun desconocido deje de serlo, y que dos mundos totalmente distintos puedan encontrarse en algun punto.
El Autostop es mágico, me grita en la cara que nada es imposible, y que aún hay montones de buenas personas. Gracias a todos los que han hecho posible estos días de fantasia! Gracias por confiar en dos locos desconocidos!
Fue agradable sentarnos, seguir en movimiento. La carretera transforma, enseña, encanta, atrae. La paciencia se pone a prueba, y es hermoso como se espera que algun desconocido deje de serlo, y que dos mundos totalmente distintos puedan encontrarse en algun punto.
El Autostop es mágico, me grita en la cara que nada es imposible, y que aún hay montones de buenas personas. Gracias a todos los que han hecho posible estos días de fantasia! Gracias por confiar en dos locos desconocidos!
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